Top 5 destinos playeros en Rocha, Uruguay

Escrito el 21 de Julio de 2010 por turisticut

A lo largo de sus 180 km de costa, el departamento de Rocha, Uruguay, ofrece un puñado de destinos con carácter propio y paisajes ideales para unas vacaciones a puro relax.

Barra de Valizas
Se dice que es la versión cool de Cabo Polonio, porque es el destino elegido por fotógrafos, intelectuales, artistas, homeópatas y europeos.

Durante el día, la playa obliga. El kit básico es un buen mate, libros y una buena dosis de capacidad introspectiva. Los más activos eligen cruzar el arroyo Valizas en bote y subir el cerro de la Buena Vista, desde cuya punta se divisa el “Cabo” y la laguna de Castillos.

El manual del buen valizero establece que todo es comunitario y la rutina, mala palabra, pero fundamentalmente apunta a una tajante oposición a cualquier forma de alumbrado público. Algunas casas con luz eléctrica ya hay, pero muchos prefieren prescindir de ella. Conseguir alojamiento no es tarea sencilla, sobre todo a partir de fines de diciembre. En el hostal frente a la placita recalan los mochileros, las familias eligen alquilar una casa y el resto se las arregla entre dos o tres lugares.

No te pierdas el B&B Lucky Valizas, frecuentado por jóvenes, científicos que buscan conectarse con su costado más sensible y algún ejecutivo camuflado como un bohemio más. La otra opción es la Posada Eireté, de la artista plástica María Antonia Beloso.

Punta del Diablo
La prohibición vigente de construir en la franja costera, mantiene a salvo el encanto multicolor del despliegue de ranchos con techo de paja en el acceso de la playa de La Viuda. Allí se puede encontrar a Ernesto Laguardia, responsable del restaurante El Viejo y el Mar.

Hay citas ineludibles. Una es sentarse en las rocas para ver llegar las barcas anaranjadas cargadas de pescados y camarones. Otra es el paseo al atardecer por la feria de artesanos, para terminar picando algo en Al Pairo, uno de los pocos que conserva a rajatabla la tradición culinaria, en base a miniaturas de pescado y buñuelos de algas.

En cuanto a lo nuevo, hay que rastrear hacia la playa de la Viuda, la favorita de los jóvenes. En esa zona se están sumando casas de estilo racionalista y nuevas posadas, por ejemplo La Viuda del Diablo. Surgió como un bar de playa y fue tomando la forma de un sólido complejo de suites modernas, con jacuzzi y decks que miran al mar.

Si quieres evitar el tumulto, es preciso cruzar hacia Playa Grande (en el norte), una gran bahía de arenas blancas dentro del Parque Nacional Santa Teresa. Para conocer el parque, conviene ir en coche de alquiler o autobús. Son apenas unos minutos para descubrir sus bosques de palmeras que terminan en playas increíbles como La Moza y la del Fuerte de Santa Teresa, esa solidez del siglo XVIII que enorgullece a los uruguayos. A la noche, la movida se concentra cerca de la playa Rivero.

Cabo Polonio
Sin calles, luz eléctrica, teléfono ni agua potable, la única presencia con mayúsculas en Cabo Polonio es la de la naturaleza. La falta de servicios obliga a ejercer la creatividad en todas sus formas; unos buscan formas alternativas de energía, otros hacen honor al reciclaje o pintan las paredes de chapa corroídas por el salitre. Lo que no se tiene se compensa con lazos cooperativos, casi como una obligación social que trasciende afinidades.

La comunidad poloniense es una rica mezcla de tribus: viejos hippies, pescadores, ecologistas, autoexiliados, músicos, artesanos, alternativos. Ahora se han sumado los yuppies, afincados frente a la Playa Sur, zona a la que llaman “Beverly Hills”, con casas más parecidas a las de La Barra esteña que a las del propio Cabo.

Si vas a pasar el día, puedes empezar por Playa Norte y almorzar en el restaurante de la hostería La Perla. Siguiendo por la costa hasta la península, es un clásico subir al faro y observar las tres islas sobre las que se desparrama una importante colonia de lobos marinos. Al atardecer manda Playa Sur, entre guitarreadas y mates.

Buscar donde dormir es parte de la experiencia del Cabo. Algunos llegan con algo reservado y el resto, la mayoría, pulula por todos lados en busca de un rancho desocupado. Entre las posadas, modestas todas, la de Los Corvinos se distingue por originalidad. Los más bohemios acampan alrededor de la  posada La Cañada, en un camping tácito, no habilitado oficialmente.

No dejes de pasar la primera noche sin luz. Es un antes y un después, aseguran. Estrellas y luna reemplazan al alumbrado público, lo mismo que las velas que encienden en cada ranchito, y obligan a imaginar más que a ver.

La Pedrera
Si bien está lejos de las luces y el show off esteño, supo reaccionar rápido y acoger la demanda de un público desertor del turismo de Punta. Entonces comenzaron a proliferar tiendas de diseño, festivales de jazz y cine, y la Posada del Barco (ex Saint Michel) dejó de estar sola para competir con otros alojamientos de categoría.

El rubro gourmet creció tanto que ya se habla de polo gastronómico, si se tiene en cuenta la cocina de autor de Perillán y el flamante John Fonda, para combinar tapas mediterráneas y cerveza frente al mar, sin olvidar la buena mesa de Lajau, el concurrido Dón Rómulo y Costa Brava, catalogado como el mejor por los lugareños.

Anchas las playas, hay para todos los gustos. Desplayado es la más familiar, ideal para los chicos por la bahía que se forma junto a las rocas. La playa del Barco congrega la movida juvenil y a los surfers en particular, pues allí se forman grandes olas. Su proyección es el resto-pub Fulano y su amplio deck a metros del mar, donde el agite sigue hasta pasada la medianoche.

Los que prefieren playas más solitarias se alejan hasta Punta Rubia o Tajamares.

La siguiente escala hacia el este es San Antonio. Su entorno salvaje de monte nativo enamoró a David y María Tezanos Pinto, que un día dejaron Barrio Norte para instalarse con sus hijas aquí y así surgió la Posada San Antonio.

Si la tendencia es lo agreste y semioculto, la Posada Buscavida cumple con ambos criterios. Ubicada en Oceanía del Polonio -a 24 km de La Pedrera-, sólo llega el que le pone ganas, porque la única indicación desde la ruta 10 es un par de carteles que hay que saber descifrar entre los médanos.

Vía lugares de viaje.com