La Cova d’en Xoroi es un privilegiado rincón de la zona sur de la isla de Menorca; un destino de leyenda situado junto a un acantilado con impresionantes vistas al mar mediterráneo en el que, además, podrás tomarte algo mientras disfrutas el momento. Desde la mañana hasta bien entrada la noche, la Cova es un lugar de entretenimiento, cultura y diversión para sus visitantes.
La leyenda de la Cova d’en Xoroies de lo más curiosa. Se cuenta que un pirata, al parecer de procedencia turca, se escondió en la gruta durante años y de vez en cuando salía a robar para poder subsistir. Un invierno alguien descubrió sus huellas sobre la nieve y entró en la cueva. Cuando el pirata vio que le habían descubierto saltó al vacío del acantilado y desapareció para siempre.
Y es que realmente la Cova es un balcón natural hacia el mar. Durante el día puedes visitarla por 6€ y tomar una consumición, una auténtica combinación de lujo. Por la noche será momento de bailar y recorrer los pasillos que se comunican por toda la cueva. Una noche de cada verano, además, la Cova d’En Xoroi organiza una Fiesta de la Espuma que deja imágenes increíbles en su interior.
Si la visitas, tanto de día como de noche, no olvides tu cámara de fotos, pues dispondrás de tantas imágenes dignas de inmortalizar que sería una auténtica pena no tenerlas. Las puestas de sol desde la terraza son espectaculares e inmejorables en pleno verano.
Liérganes es uno de esos lugares mágicos que el viajero no puede dejar de visitar si se encuentra en tierras cántabras. Y es que la belleza de sus paisajes, su centro histórico salpicado de palacios y casas blasonadas, y una de las historias más increíbles que puedas imaginar, convierten a este lugar en un destino único.
Recorriendo el paseo del Hombre Pez, a orillas del río Miera, encontraremos una estatua que representa a Francisco de la Vega Casar, más conocido como el hombre-pez, protagonista de una leyenda que, sin duda, sorprenderá al viajero.
Esta increíble historia comienza en el año 1656 cuando nace este personaje que, desde pequeño, ya era habitual verle a todas horas nadando en las frías aguas del río Miera. A la edad de 16 años fue enviado al País Vasco para aprender el oficio de carpintero pero al poco tiempo desapareció en las costas del Cantábrico.
No se supo nada de él hasta pasados cinco años, cuando unos pescadores que faenaban en las costas de Cádiz, lo encontraron. Los pescadores no daban crédito al insólito hallazgo ya que se trataba de un hombre al cual le habían salido escamas en el cuerpo y tenía los dedos unidos por una membrana.
Tras muchos esfuerzos descubrieron que era de Liérganes y lo condujeron de vuelta a su localidad natal. Allí vivió dos años en los que apenas hablaba, solamente emitía sonidos guturales y comía pescado crudo. Un buen día se lanzó a las aguas del Miera y desapareció para siempre.
Sin duda, una historia alucinante que, según se deduce de algunas investigaciones, pudo ser real. Una leyenda que te atrapará, al igual que el puente romano de Liérganes del año 1587, su bonito casco histórico, sus paisajes, y su exquisita gastronomía.
Mi madre es “chicharrera” -deSanta Cruz de Tenerife- y cuando mis hermanos y yo éramos pequeños nada nos gustaba más que oírla contar historias de la isla de Tenerife. Historias de “indios guanches” como la que os voy a contar, y que tiene que ver con el título de este post.
Cuenta la leyenda… que “los Guanches llamaban al Teide “Echeyde”, “morada de Guayota, el Maligno”. Según la tradición, Guayota secuestró al dios del Sol, Magec, y lo llevó consigo al interior del Teide. Entonces, la obscuridad se apoderó de la isla y los guanches pidieron ayuda a Achamán, su ser supremo celeste. El dios consiguió derrotar al Maligno, sacar al Sol de su cautiverio y taponar la boca de Echeyde. Dicen que el tapón que puso Achamán es el Pan de Azúcar, el último cono que corona el Teide.