“Asomarse a su boca y echar un vistazo a ese lago de lava, cambiante, amenazante, unido y dividido a antojo de si mismo, parece invitar a un viaje a las entrañas de un inframundo”. Un viaje a Erta Ale, un volcán en permanente erupción.
Situado en la inhóspita región de Afar en Etiopía, al este de África, no es un volcán excesivamente alto -apenas supera los 600 metros de altura- pero su cima da cabida a un lago de lava. Dependiendo de la continua actividad, ese lago suele dividirse en dos por éso nadie sabe a ciencia cierta si se trata del mismo o de dos lagos de lava diferentes. Un fenómeno que se repite sólo en otros cuatro volcanes en todo el mundo.
El Erta Ale es bastante regular. Tanto que permite a los curiosos llegar hasta su boca, y asomarse para ver la superficie del lago burbujeando roca incandescente.
Cuando el Erta Ale se cansa de las visitas, lanza una lengua hirviente hacia el sudeste. Casi siempre repitiendo una ruta que parece tallada en la memoria del volcán.
Su lago interior es el más antiguo que se tenga noticia ya que fue descrito en 1906. Todo el volcán y su zona son de una belleza atrapante. Su falda se extiende en una depresión por debajo del nivel del mar, lo que le da otro título mundial: el volcán ubicado a menor altura.
En el 2005 Erta Ale se cansó de tanta visita, curiosos y científicos con aparatos y el 25 de septiembre dijo basta con una larga y mortífera lengua de lava. Mató a 250 personas y miles de habitantes de la zona huyeron del lugar.
Será por éso que los nativos del lugar, los Danakils, no son muy afectos a mostrarse a los curiosos. Creen que los visitantes molestan a su volcán, con quien han compartido generaciones en una convivencia de mutuo respeto.
Sin embargo, la llegada de los más aventureros a una de las zonas más duras para la supervivencia, pero riquísima a nivel geológico, les trae algo del mundo que para ellos está demasiado lejos. Su bien mas preciado es una pelota de fútbol profesional.
Erta Ale significa “la puerta al infierno“. Algo de éso hay en el imaginario de los Danakils y en el nuestro.
Vía El próximo viaje