Descubrir Suizay sus paisajes recorriendo los senderos de sus montañas. Durante las diferentes rutas que hay en los Alpes descubrirás poblados rodeados de grandes montañas y barrancos, lugares extraños y fascinantes para el turista que busca descubrir paisajes y entornos naturales vistos solo por unos pocos afortunados. Este tipo de turismo está creciendo, por lo que la oferta de viajes a esta zona es cada vez mayor.
Hay viajes siempre porque estos lugares pueden ser visitados en cualquier época del año, pero se recomienda que sea en la época estival donde encontraremos el mejor clima para realizar excursiones de todo tipo. Las temperaturas que aquí encontraremos serán del tipo templadas, veranos cálidos, húmedos con lluvias periódicas.
Como curiosidad para que tengas en cuenta, recuerda que en el norte, este y centro de Suiza se habla alemán. En el oeste se habla francés y finalmente en el sur se hablará el italiano.
La principal finalidad de este grandioso viaje será explorar las montañas y admirar de cerca excelentes paisajes, nunca visto por el viajero normal o recurrente. Lo podrá realizar cualquier persona que esté acostumbrada a caminar, pues no lleva ningún tipo de requerimiento especial.
Uno de los hoteles que se encontrarán en la zona, será por ejemplo, el Monte Rosael cual se abrió hace más de 100 años, convirtiéndose en un emblema a nivel mundial que hospedó a los distintos famosos que subieron Los Alpes.
Por último puedo decirte que el afán de exploración y conquista del aventurero impulsa a escalar o reconocer los lugares que han hecho historia, son experiencias únicas que sólo podremos vivir una vez en la vida.
Las tardes de verano en Heididorf, el pueblo de Heidi, son soleadas y silenciosas; apenas algunos cencerros y un puñado de pájaros audaces interrumpen la calma que reina sobre la montaña. Los techos de las prolijas casas alpinas toman un rojo más intenso bajo el sol.
Pero este cuadro parece haber sido pintado para nadie. En las calles florecidas no se cruza ni una sola persona caminando. Apenas un par de clientes se toman una cerveza en el bar situado en el discretísimo centro, a metros de la iglesia y la Municipalidad. En la estación, mientras tanto, los trenes llegan con una puntualidad que prueba como bien merecido el renombre de la relojería suiza. Los pasajeros de estos trenes, que aún llevan en sus oídos el eco del retorrománico -Maienfeld está en el límite de la región donde se habla la cuarta lengua suiza-, parecen esfumarse tan pronto como bajan de los vagones, y cuando se pasa por el túnel que cruza las vías para llegar hasta el Swiss Heidi Hotelnuevamente no se ve a nadie en las calles. Una obra en construcción es el único lugar con movimiento, y hasta las vacas que rumian somnolientas en un prado al borde de la calle parecen haber sido puestas a propósito para darle marco a las primeras imágenes del mundo de Heidi . Pero de pronto, el primer cartel aparece. Y en el hotel, directamente, la imagen de la niña suiza más famosa del mundo se inserta en los cuartos y hasta en la mampara de la ducha.
Un mundo de novela Johanna Spyri, autora de la novela, conocía bien la región que rodea al pueblo y el vecino centro termal de Bad Ragaz. Sin duda todo cambió mucho desde la segunda mitad del siglo XIX: el pueblo creció en tamaño y la autopista que lleva hasta el vecino Principado de Liechtenstein (Vaduz está a unas pocas decenas de kilómetros) no existía.
Pero las vacas en los campos, los viñedos en el valle, las fachadas adornadas de las casas y los senderos que llevan hacia las montañas son los mismos. El paso del tiempo no dejó demasiadas huellas en este rincón de los Alpes, que mantuvo el mismo carácter salvaje y la misma pureza de hace un siglo.
El paso de Spyri por aquí fue una bendición para el pueblo, y la principal razón de que este punto remoto de Suiza se convirtiera en un polo turístico. Arriba del pueblo, un caserío fue expresamente conservado tal como era en torno de 1880… y es hoy el pueblo de Heidi. Como todo lugar turístico de Europa que se precie de tal, los primeros visitantes con los que uno se cruza son japoneses. Y al encontrárselos, siempre entusiastas y con sus cámaras de fotos a cuestas, no se puede sino recordar el famoso personaje animado de las aventuras de Heidi que en los años 80 dio la vuelta al mundo desde Japón y popularizó al personaje en los pocos lugares donde aún no era conocido.
Heididorf, el pueblo de Heidi, es tan pequeño como grande es su fama en Suiza y entre los admiradores de la novela y sus continuaciones. En verdad es apenas un puñado de casas. Además de la necesaria boutique -no se viene hasta aquí sin llevarse un recuerdo- está la Casa Museo y algunas más que la rodean; una de ellas habitada por granjeros que conviven en medio de los turistas. ¿Será por provocación o por una especie de confraternidad entre personajes suizos y norteamericanos? Lo cierto es que, delante de esta casa, el granjero colocó todos y cada uno de los siete enanitos tal como aparecen en la Blancanieves de Walt Disney. Es la única nota fuera de lugar en esta reconstrucción perfecta de un anacrónico caserío alpino.
Entre las viviendas se colocaron esculturas, rústicamente talladas en troncos de madera, que representan vacas, cabras o gallos. La Casa Museo, en tanto, recrea el modo de vida de Heidi y su abuelo en la novela, la misma de los campesinos en tiempos de Johanna Spyri.
Heidi y Pedro comparten silenciosamente una charla de muñecos de cera en una de las habitaciones, mientras el abuelo descansa de un trabajo de carpintería en otra. Una vez dada la vuelta al pueblo, la visita sigue en la montaña, donde un Camino de Aventuras lleva a 12 estaciones que representan 12 momentos emblemáticos del relato. Es un sendero para caminantes acostumbrados a la montaña: además hacen falta varias horas para recorrerlo en su totalidad y bajar luego nuevamente hacia Heididorf. Hay un desnivel de casi 500 metros entre el poblado de Heidi, que está a 660 metros, y el punto más alto de este recorrido. Entre uno y otro se pasa de los bosques a las praderas de altura donde Heidi y Pedro cuidaban sus cabras en verano.
Eso no es todo: los amantes de la historia y sus personajes pueden sacarse fotos delante de los múltiples carteles que hacen referencia a la novela en Maienfeld (hasta un bar se llama Heidi und Peter) y se puede peregrinar a la fuente de Heidi, a media hora caminando desde el centro del pueblo.
En el camino es probable que no se vean tampoco lugareños, pero sí nuevamente algunos turistas y por supuesto vacas con sus cencerros, que son las más fervientes defensoras de la atmósfera de cuento que reina aquí. Sólo falta que una niña baje de la montaña cantando el jodel (canciones típicas del folk austríaco) “Holadio Heidi, deine Welt sind die Berge?” Todo el resto está, tal como si realmente hubiera existido y no fuera sólo el fruto casi tangible de la imaginación de Spyri.
DATOS ÚTILES
Dónde alojarse: en Maienfeld, en el Swiss Heidi Hotel. Además de ser el único hotel en la ciudad ofrece una hermosa vista desde las habitaciones.
Qué ver: Heididorf está abierto de mediados de marzo a mediados de noviembre. La entrada cuesta 7 francos suizos para los adultos y 3 para los menores.
Heidi das Musicales la comedia musical sobre Heidi que se realiza cada dos años (la próxima será en 2010) en Wallenstadt, ciudad vecina a orillas del lago de Wallen.
Qué leer: Heidi fue escrita en dos partes, que ahora se conocen como una única novela. Tiempo después de la obra original, Charles Tritten, que había traducido la novela al inglés, escribió dos continuaciones: Heidi y Peter y Los hijos de Heidi, que también tienen versiones en castellano.
Para llevarse: desde el Heididorf, las muñecas que personifican a Heidi no son muy lindas, y es curioso en un país donde los recuerdos son generalmente muy bien hechos. Pero hay otros souvenirs como juguetes y animales de madera, camisetas o lápices. Desde la sala del museo se puede mandar postales y cartas con un matasellos especial del Heididorf.
Curiosidades: el nombre de Heidi, que parece tan suizo, no existía antes de la novela. Fue creado por la autora, como una contracción de Adelaida.
Existe otro museo dedicado a Johanna Spyri y su personaje en Hirzel, pueblo natal de la novelista, en las afueras de Zurich.